La mayoría de los habitantes de Era creen que la fundamental tradición delinesa de enterrar a los muertos no es más que eso, una simple tradición, algo exagerada quizá.
Es cierto que muchos de los motivos de esta tradición son bastante prácticos. Los cadáveres atraen lobos y alimañas, además de otras criaturas menos amables, como árpaves, huargos o enanos grises. Pero la terrible verdad de su razón de ser un mucho más siniestra.
El norte guarda malignos secretos enterrados bajo la nieve, y muchos huesos también, tanto de los caídos durante las Guerras Sombrías como de los misteriosos siglos anteriores. Nadie recuerda ni está escrito en ningún lugar cuando apareció el primero, tan viejo es este horror: el Espectro Helado.
La creencia popular sostiene (y probablemente sea cierto) que aquellos cuerpos que no son enterrados mantienen las almas atrapadas. Entonces, cuando llegan los heladores vientos del invierno norteño, el Aliento de Diretion, las almas son corrompidas por la maligna presencia, liberadas a cambio de un alto precio: la pérdida de su humanidad.
Un espectro helado es una extensión de la voluntad y el hálito de la Gran Bestia, y buscan extinguir todo el calor de los vivos. Aparecen en las noches más frías o en las más terribles ventiscas. De lejos parecen hombres mortales, que gritan y aúllan como si un dolor horrendo los carcomiese por dentro, pero el imbécil que acuda a auxiliar esta alma condenada, verá un rostro de ojos negros y sin labios, de color azul gélido.
Si el horror que genera semejante visión no es suficiente como para matar al pobre diablo, éste sentirá cómo dos manos más heladas que la nieve sobre la que se sostiene aferran su cuello con mortal delicadeza, y su calor lo abandona en un momento, muriendo en el acto.
Si el viajero conoce estas historias y evita al espectro, que sepa que no por ello se ve libre de su amenaza. Seguirá escuchando los aullidos y lamentos del fantasma, cada vez más cercanos, siempre a su espalda, incapaz de verlo, fundido en los gélidos vientos del invierno. La persecución no cesará hasta que el fugitivo, incapaz de dar un paso más, con los miembros ateridos por el frío, caiga al suelo. En ese momento el espectro aparecerá ante él, y rodeando con sus fríos y cadavéricos dedos el cuello de su presa, robará todo el calor de su cuerpo.
A lo largo de todo el Camino Viejo hay unos pequeños monolitos grabados con runas protectoras que alejan a este y a otros males, pero pocos son los senderos así protegidos (los huargos y los enanos grises a menudo los destrozan por diversión), así que en el Norte poca gente se atreve a viajar. Los pastores crean refugios que protegen contra bestias y espíritus, y donde la mayoría de los viajeros se alojan por las noches, y también se dice de viejas canciones que protegen al viajero contra el espectro helado, pero esto, al igual que la criatura, podría ser mera superstición.
La creencia popular sostiene (y probablemente sea cierto) que aquellos cuerpos que no son enterrados mantienen las almas atrapadas. Entonces, cuando llegan los heladores vientos del invierno norteño, el Aliento de Diretion, las almas son corrompidas por la maligna presencia, liberadas a cambio de un alto precio: la pérdida de su humanidad.
Un espectro helado es una extensión de la voluntad y el hálito de la Gran Bestia, y buscan extinguir todo el calor de los vivos. Aparecen en las noches más frías o en las más terribles ventiscas. De lejos parecen hombres mortales, que gritan y aúllan como si un dolor horrendo los carcomiese por dentro, pero el imbécil que acuda a auxiliar esta alma condenada, verá un rostro de ojos negros y sin labios, de color azul gélido.
Si el horror que genera semejante visión no es suficiente como para matar al pobre diablo, éste sentirá cómo dos manos más heladas que la nieve sobre la que se sostiene aferran su cuello con mortal delicadeza, y su calor lo abandona en un momento, muriendo en el acto.
Si el viajero conoce estas historias y evita al espectro, que sepa que no por ello se ve libre de su amenaza. Seguirá escuchando los aullidos y lamentos del fantasma, cada vez más cercanos, siempre a su espalda, incapaz de verlo, fundido en los gélidos vientos del invierno. La persecución no cesará hasta que el fugitivo, incapaz de dar un paso más, con los miembros ateridos por el frío, caiga al suelo. En ese momento el espectro aparecerá ante él, y rodeando con sus fríos y cadavéricos dedos el cuello de su presa, robará todo el calor de su cuerpo.
A lo largo de todo el Camino Viejo hay unos pequeños monolitos grabados con runas protectoras que alejan a este y a otros males, pero pocos son los senderos así protegidos (los huargos y los enanos grises a menudo los destrozan por diversión), así que en el Norte poca gente se atreve a viajar. Los pastores crean refugios que protegen contra bestias y espíritus, y donde la mayoría de los viajeros se alojan por las noches, y también se dice de viejas canciones que protegen al viajero contra el espectro helado, pero esto, al igual que la criatura, podría ser mera superstición.
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