- Después de eso, saqueamos aquel templo maldito. Había un botín bastante generoso, la verdad sea dicha, en especial teniendo en cuenta que eran cinos. Y por supuesto, nos hicimos con lo que habíamos ido a buscar…
- ¡La capa de Baldir el Afortunado!
La capa hondeó sobre la cabeza de Henk que la mostraba azorado a la multitud mientras Flecha animaba a la parroquia con el relato de la aventura, como siempre hacía. Ator bebía como el que más e Ilais sonreía con una jarra de sidra en la mano y abrazada a Berne. La parroquia alzó las jarras con una común aclamación, mientras risas y hurras florecían por doquier. Tras la barra, Beelethur mantenía su misteriosa sonrisa élfica mientras dispensaba bebidas a diestro y siniestro. Flecha alcanzó una y la vació de un enérgico trago, antes de seguir riendo.
- ¡Tres hurras por los Héroes de Largoinvierno!
- ¡Hip hip, Hurra! ¡Hip hip, Hurra! ¡Hip hip, Hurra! - respondieron con entusiasmo los parroquianos de la Burra.
Desde hacía ya casi un año, los Héroes de Largoinvierno habían llegado a la apartada región de Giruzkar buscando aventura y fortuna. Giruzkar era una opción particularmente interesante para aquellos inconscientes que buscaran estas cosas, por ser tierras con muchas y poderosas historias. Recientemente habían sido reclamadas por la corona Castelana tras vencer las guerras contra los elfos de la espina que las habitaban. Abundaban allí las tierras salvajes, los tesoros de eras pasadas y otros atractivos reclamos para aventureros. Los cuatro Héroes de Largoinvierno (Ator Sangre de Enano, Henk el Semiorco, Ilais Ojos de elfo y Flecha) habían descendido desde las tierras del norte hasta este lugar para buscar fortuna, y hasta ahora la habían encontrado. Habían luchado contra toda clase de criaturas, habían encontrado toda clase de tesoros y alcanzado cierto renombre en el lugar. En particular, en Arama, un pueblo no lejos del puerto de Orostir, y en la transitada taberna de la Burra. Aquí habían llegado en un primer momento, y aquí habían decidido quedarse. Tres habitaciones les habían sido alquiladas ya a perpetuidad, y cada vez que regresaban de alguna de sus aventuras, el local se llenaba hasta arriba para escuchar las historias y disfrutar de la generosidad inspirada por el reciente tesoro y el buen ánimo. A la mayoría de los parroquianos poco les importaba si las historias eran o no ciertas, pero todos ellos sabían apreciar un buen relato. Y Flecha sabía cómo montar un relato.
Las risas continuaron hasta bien entrada la noche, y la sidra y el vino empaparon los ánimos de todos los presentes. Una aventura más, una muesca más, y otra historia resuelta, la capa mágica de Baldir el Afortunado con ellos, y la promesa de mucho más en el horizonte.
La mañana siguiente fue dura para Ator. Se despertó no en su habitación, si no tendido en el suelo de la burra, empapado de los pies a la cabeza y con Beelethur riendo cálidamente ante él, con el cubo aún en la mano. Eso quizá no fuera tan duro.
- Saludos, valiente guerrero.
- Beelethur, ahora mismo no soy un guerrero: soy un despojo. Acompáñame a mi habitación y déjame dormir…
- Me sorprendes, Ator, tus compañeros ya están en pie y en marcha, ¿eres acaso el más débil entre ellos?
- Agh, cállate, elfo. Soy si acaso el más entusiasta en las celebraciones, y eso trae horribles, horribles consecuencias.
- Dices bien. Pero interesantes noticias llegaron por la mañana del puerto, y tus camaradas fueron a percibirlas de primera mano. Es ya medio día, y deberías unirte a ellos.
El hacha de Ator cayó sobre su pecho obligándole a gritar, tanto por el golpe como por la súbita impresión del frío acero sobre su piel. Beelethur soltó una cantarina carcajada y continuó con sus labores, mientras Ator se levantaba.
En efecto, los demás habían partido pocas horas antes hacia Orostir pues interesantes noticias habían llegado: un barco de velas rojas había atracado en el puerto, tripulado por demonios.
- Eso no es un demonio. - dijo Ilais.
Una multitud asombrada miraba a la criatura mientras pelaba una manzana con su cuchillo, ignorando las inquisitivas miradas de su audiencia. Podría parecer un hombre, pero ciertos rasgos dejaban claro una naturaleza ajena. Cuernos salían desde su frente para coronar su cabeza, sus ojos eran negros como la pez y su piel ennegrecida parecía haber sufrido el castigo de un millar de fuegos. Sus manos terminaban en garras negras, y caminaba descalzo mostrando unos espolones igualmente negros. La ropa que llevaba era exótica y demasiado ligera para un clima tan inclemente como solía ser el giruzkarino. El barco tras él no era menos exótico, de tres palos pero velas no cuadradas si no redondeadas y sujetas por varas como la osamenta de un murciélago. Y rojas. Nunca nadie por allí había visto jamás un barco semejante, que desde luego parecía mucho más frágil y ligero que los que por allí se fabricaban.
- Eso no es un demonio. - repitió Ilais.
- ¿Y entonces qué es? - Henk no parecía tranquilo, no apartaba la mano de su espada y seguía con cuidado cada movimiento del demonio.
- Un… oriental. He leído en algunos libros que hay una tierra muy al este donde los hombres se mezclaron hace tiempo con demonios, y ahora su progenie muestra rasgos de ambos linajes.
- Eso suena a demonio para mí. - Berne fruncía el ceño y se frotaba con una de sus fuertes manos la calva cabeza.
- ¡No es más que un viajero de otra tierra, es como si nos asustáramos por ver a un enano o un elfo!
- Sólo que este no desciende de la piedra o del bosque, si no de malditos demonios. Lo mismo es, claro. - Henk aferraba ya con fuerza el pomo de su espada. - A mí me suena a abominación, y no creo que Heru castigue a quién la purgase.
- ¡Henk, por los dioses! ¡Os comportáis como salvajes!
Y sin previo aviso Flecha avanzó dos rápidos pasos en dirección al demonio y ante el asombro general se plantó ante él, extendió su mano y con una sonrisa absolutamente radiante le dijo:
- Buenos días, señor demonio, bienvenido a Orostir. Le animo sinceramente a probar nuestra sidra y nuestras galletas, pero por favor deje las almas de todo el mundo tranquilas.
El demonio levantó la cabeza. Todos los demás callaron. El demonio dejó la manzana sobre un barril y se levantó. Todos los demás retrocedieron. Flecha continuaba en la misma posición, con la misma sonrisa en la boca. Entonces el demonio sonrió también y con cierta sensualidad le dio la mano.
- Gracias. Pero no tengo interés en capturar almas. Prefiero capturar corazones.
Todo el mundo contenía la respiración. El monstruo había hablado. Y de forma muy atrevida. Flecha soltó una risa fresca como un arroyo de primavera y agitó con fuerza la mano del demonio.
- ¿Sabes acaso si soy hombre o mujer?
- Opino que los buenos misterios sólo excitan el apetito.
- ¡Bueno, bueno, tenemos aquí a un don Juan! Lo siento, muchacho, pero los prefiero menos tostados. Dime, ¿cómo te llamas?
- Daiyu, ¿y vos?
- Flecha.
- Es nombre femenino, el misterio ha durado poco entonces.
- Es nombre de una cosa, y de una cosa con tendencias penetrantes, debo añadir, así que no descartaría yo el misterio tan pronto. Escucha, no es que me importe el público, pero podríamos continuar la conversación ante una jarra de sidra, y ya que estás me cuentas qué haces por aquí.
- Quizá más tarde. Ahora me temo que estoy esperando a alguien, que no debe tardar mucho ya… Ah, hablando del diablo…
Un grupo de hombres armados, miembros de la guarnición de Orostir, apartaban con poca ceremonia a los curiosos dirigiéndose hacia el cornudo de piel ennegrecida. El uniforme de la guarnición era una cota de mallas con tabardo del escudo de la ciudad (un barco de velas blancas sobre olas azules) y portando la característica alabarda. Eran media docena y con ellos escoltaban a otro. Flecha se apartó como si hubiera visto al mismo diablo cuando el capitán Mortir Limia apareció, pequeño, nervudo, de rasgos afilados y ojos hundidos, vistiendo la coraza con las armas de la corona, su espada al cinto y la espalda más envarada a este lado del mundo. Ignoró a Flecha y se dirigió directamente hacia el demonio, que guardaba con cuidado su cuchillo.
- ¿Eres el capitán de este barco? ¿El juan chon lazú?
- Se pronuncia 船紅蠟燭.
- Dioses, benditos, se me haría la lengua un nudo si intentara pronunciarlo correctamente… Lamento si le he ofendido. El abad Elorza y el duque de Elaso le están esperando.
El demonio se giró un momento para mirar a Flecha con una cálida sonrisa, el efecto algo alterado por los ojos negros, los cuernos y todo lo demás.
- Me temo que asuntos de cierta urgencia me mantendrán ocupado durante las siguientes horas. Pero quizá podamos reunirnos más tarde.
- Capitán y codeándose con los peces gordos… no está mal. Búscanos por la noche en el Ratito y Medio, cerca de la plaza del ayuntamiento. Y seguiremos desentrañando el misterio.
Y Flecha se dio la vuelta y volvió con sus amigos, mientras Daiyu, capitán del barco de velas rojas, seguía al capitán Mortir Limia para reunirse con los notables de la villa.
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