domingo, 1 de junio de 2014

Liándola: pasando la campaña de Dragon Age a Pathfinder

 

Pues sí, en este blog quemamos cordura como locos (no hay comparación con Las Cosas de Crom, sin embargo). Después de medio año dirigiendo una campaña de Dragon Age (de la que ya hablé en su momento) he decidido pasar todo el sistema de esta campaña a Pathfinder. Es una decisión arriesgada, tienen poco que ver uno y otro, pero por una serie de razones (que en breve pasaré a enumerar, impacientes) creo que no es en absoluto una mala decisión.

Primera de las razones: Tenía ganas de estrenar Pathfinder. Y ya está. Me pillé el juego hace ya varios meses, me cabree con sus erratas, pero una cosa era cierta, y es que el juego mola. Creo que esta es la razón principal.

Segunda de las razones: uno de los personajes de la campaña, gracias a una potra imposible en sus tiradas, estaba a años luz de poder del resto del grupo. Era un mago, pero podía vencer a uno de los guerreros en combate, tenía más sigilo que el pícaro y además de eso su poder mágico se equiparaba al de un demonio del Orgullo (los más tochos en Dragon Age). Estaba bastante descompensado, a decir verdad; él solo podía vérselas con un dragón y salir bien parado, y lo sé porque se encontraron con uno y tuvo que huir, el pobrecito.

Esa es otra, los enfrentamientos no ofrecían casi desafío alguno, y debido a la inmensa capacidad de recuperación de vida que hay en Dragon Age, tampoco era posible desgastarlos (alguna vez los había dejado bastante tocados, pero no importaba mucho porque para el día siguiente estaban como nuevos). No es que fuera todo fácil para ellos, maté a uno de los personajes en un combate (más por su falta de sentido común que por otra cosa, y porque el mago no estaba por ahí...), pero los enemigos no ofrecían ningún aliciente, y nunca me ha ido mucho lo del autolevel (ya sabéis, a nivel 1 todos los guardias de ciudad son nivel 1 pero cuando llegas a nivel 10 no hay ni uno que baje del 8). Ahora si les saco un dragón se echarán a temblar, una horda de engendros tenebrosos les dará el miedo que debería, y una pareja de ogros les dará que pensar (acabaron con uno en un asalto, en uno solo).
Esto es falso, ese ogro ya debería estar muerto.

Por no hablar de que con cinco jugadores los personajes se pisaban un poco entre ellos, ya que solo hay tres clases. No era nada demasiado notable, funcionaban bien y cada personaje tenía un rol definido (un guerrero tanque, otro de hostias como panes, un pícaro de labia y fintas, un elfo explorador ya fallecido y el mago, que es una bomba atómica con patas), pero aún así yo echaba de menos cualidades más diferenciadas, roles más marcados y en general mayores opciones tácticas.

El Dragon Age es muy buen sistema, especialmente para novatos. Pocos juegos hay mejores para comenzar a jugar con ellos. Pero para los veteranos creo que acaba quedándosenos algo estrecho, especialmente para campañas de larga duración.

Este domingo llevé a cabo la primera partida, se adaptaron bien al nuevo sistema, y dado que era una toma de contacto con el sistema estuvo bastante centrado en el combate. Respondió a las mil maravillas, los dos guerreros gozaron de lo lindo, el mago (ahora hechicero) lanzó conjuros a diestro y siniestro, viendo que su poder destructivo no había mermado tanto. Uno de los enemigos les hizo sudar cosa mala, aunque debido a un despiste mío (me olvidé por completo de su Gran Hededura), no dio tanta guerra como debería haber hecho. Uno de los guerreros (bárbaro, más bien) quedó fuera de combate mientras que el otro apenas resistió con la mitad de la vida (dos golpes más y estaba acabado). El hechicero salió bien parado gracias a su Retirada Expeditiva (que usó no para huir, si no para lograr una movilidad en combate del todo absurda, y como él atacaba a distancia pues que lo atrapasen si podían), y fue el principal artífice de acabar con los enemigos gracias a sus poderosos conjuros (y eso que como enanos que eran aguantaron como campeones).

Y el arte del juego es oro puro.
Pasar las fichas a Pathfinder no fue tan complicado. La idea era mantener los personajes tan parecidos como se pudiera, y así se hizo. Se pasaron concentraciones a puntos de habilidad o dotes, igual que los talentos, y el resultado fue más que satisfactorio. Los personajes eran los mismos, aunque más detallados, podríamos decir. Aunque los jugadores estaban bastante recelosos al principio, al final han quedado muy satisfechos con los resultados. Mucho.

La magia fue otro de los problemas, en DA funciona con maná y tiradas, pero decidí dejarlo como viene en el manual y adaptar varios de los conjuros más icónicos, aunque muchos ya tenían una versión en Pathfinder (como Estallido de llamas, que en Pf se llama Manos ardientes). Además de eso eliminé algunos conjuros de la lista (especialmente los que tenían algo que ver con otros planos y que no pudieran aplicarse al Velo) adapté algunas reglas para la magia de sangre y otras para el uso del lirio y ¡voilá! Ya tengo mi campaña de Dragon Age en Pathfinder. Que podría adaptar las razas al dedillo, preparar nuevas dotes, ajustar clases etc etc etc... Pues sí, pero lo que nos importa es jugar, y tal y como lo he hecho funciona perfectamente.

Ah, y una última cosa. Para facilitar y hacer más atractiva la transición, descargué tantas ayudas de juego como pude: hoja de control de grupo, hoja de inventario para cada pj, hoja de inventario de grupo, compré libretas para todos... Y por último, y aunque fuera en inglés, me descargué la Guía de GM de Pathfinder y el NPC Codex. Estas dos últimas compras son oro puro. Si hay algo que detesto es pasarme horas preparando pnjs, y con esto me he librado de ello. Al final de la Guía del GM hay una inmensa cantidad de todo tipo de pnjs listos para usar. La mayoría (por no decir todos) humanos, pero resulta sencillo adaptarlos a la raza que te interese. El NPC Codex es algo más difícil de usar, los PNJ que aparecen funcionan mejor como villanos o personajes de cierto nivel más que como adversarios o pnj casuales, pero te da muy buenas ideas. De todas maneras, yo cogería primero la Guía.

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