Danus el Pálido caminaba tembloroso a través del estrecho pasillo. La sangre se mezclaba con el sudor de su frente y goteaba de allí al suelo. Nervioso, lanzaba miradas a su espalda esperando ver en cualquier momento a su enemigo. Pero no estaba. Dobló un recodo arrastrando sus botas, su cota de malla estaba hecha pedazos, y de vez en cuando alguna anilla caía al suelo, provocando un ruido que helaba el corazón de Danus de puro miedo. Su espada goteaba sangre, sería fácil seguirle el rastro. Al darse cuenta la limpió con los restos de su capa.
Vio entonces que la luz de su antorcha iluminaba un arco, tras él la entrada a una habitación. Danus se detuvo un momento. Podía ver que al otro lado el pasillo continuaba, pero estaba claro que necesitaba detenerse y descansar, recuperar el aliento y curar sus heridas. Pero él sabía muy bien lo que en esas habitaciones uno podía encontrarse. Temeroso se asomó a la puerta y alumbró el interior. Todo estaba tranquilo, había un par de jarrones en una esquina, pero nada más. Aún receloso y sin guardar la espada, entró.
Tuvo el tiempo justo de reaccionar cuando escuchó el crujido bajo sus pies. De un salto se lanzó contra la pared mientras el suelo cedía y decenas de huesudas manos se agitaban, emergidas desde el infierno, en el aire. Los gemidos llenaron los oídos de Danus, que desesperado lanzó un tajo contra una de las manos que pretendían agarrarle. La mano crujió al partirse, y él quedó libre, pero las otras manos seguían agitándose en su busca, y él apenas tenía espacio a donde huir. Al otro lado de la sala había una puerta, pero sabían los dioses a qué nuevos horrores le llevaría.
- Danus...
Una voz, dulce y melodiosa, sonó en el pasillo. Poniéndose de un salto Danus se abrió paso por la estrecha cornisa que quedaba en la habitación partiendo a su paso todas las manos que trataban de darle alcance. Cada vez que una de las manos era partida un alarido de dolor y espanto surgía del subsuelo. Danus no quería mirar, no quería oír. Logró alcanzar el otro lado y sin preocuparse por la prudencia o su salud siguió corriendo a través de interminables y oscuros pasillos hasta que su aliento no era más que un leve y agudo hilo. No sabía donde había girado, ni había marcado las habitaciones por las que velozmente había pasado. Ahora mismo estaba perdido. No se extrañó cuando la escuchó a su espalda. Tampoco pudo asustarse.
- Danus... ven, te hemos estado buscando.
En estos últimos momentos, Danus el Pálido se dio cuenta de que su antorcha parpadeaba. Apenas quedaba brea en ella. Se giró una última vez para ver su rostro. Ella le sonrió, morena y de pelo negro y rizado, con su atractivo lunar bajo el ojo derecho. Sus brazos, sus suaves y dulces brazos, se tendían hacia él en actitud amorosa, su torso aún cubierto por los restos de la armadura se agitaba levemente, como si respirase... Y tras ella decenas de cuerpos de mirada vidriosa que se aferraban la cabeza en agónica actitud, mordiendo a los que junto a ellos se encontraban, arañando, ahogando y doliendo. Pero en silencio. Una masa irreconocible de figuras humanas que se retorcía en la creciente oscuridad en completo silencio. Y sobre todos aquellos cuerpos un rostro de tranquilidad imposible, de inmensos ojos negros e infantiles y sonrisa lasciva.
La antorcha parpadeó una última vez, y luego quedó solo la oscuridad.
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Monstruo: Devorador de cuerpos
El Devorador de cuerpos se asemeja a una enorme masa informe de decenas de cuerpos humanos que se retuercen de dolor, encabezado por un rostro tremendamente perturbador debido a su inocencia. Es capaz de manejar a todos los cuerpos que ha devorado, accediendo a sus recuerdos, pudiendo incluso hacer que parezcan vivos otra vez, y hablando por su boca.
El Devorador de cuerpos sufre de un hambre insaciable de identidades. Tiene escaso interés en criaturas no inteligentes, aunque las devorará si no tiene más alimento cerca. Es capaz de apreciar la belleza y tendrá como primer objetivo a los rostros más hermosos., y de hecho serán los que mostrará en su superficie. Con cada cuerpo que devoran se hacen más grandes, viéndose obligados a mudarse a nuevas guaridas que les permitan desplazarse. No les gusta la luz, prefiriendo las tinieblas y los entornos subterráneos, donde emplean las voces de los cuerpos atrapados en su interior para atraer a sus víctimas a trampas y luego devorarlas.
Monstruos prácticamente desconocidos, nadie conoce su auténtico origen, aunque se rumorea que son humanos vilmente transformados por malignas fuerzas, gente que envidió siempre a otros, asesinos que mataron para usurpar el lugar de otro y cosas por el estilo.
Los datos del Devorador de cuerpos que aquí presentamos corresponden a un Devordor medio, otros más ancianos podrían tener un tamaño Enorme o incluso Gargantuesco y estadísticas más altas.
Devorador de cuerpos (Aberración Grande) (55 puntos)
Características: Fuerza 16, Destreza 12, Constitución 22, Inteligencia 6, Sabiduría 8, Carisma 8 (esta característica puede cambiar al presentar un cuerpo u otro).
Rasgos raciales: Alma maligna, Aparición horrenda 5 (CD 14), Arma natural (mordisco) 2, Desesperación 5 (CD 14), Engullir, Infravisión 2, Longevidad 1, Metamorfo 3 (puede transformar porciones de su cuerpo en cualquier criatura que haya devorado anteriormente), Miembro adicional 10 (suponiendo que ha devorado 5 cuerpos), Sensibilidad a la luz, Velocidad reducida 1.
Habilidades: Atención +5, Disfrazarse +6, Engañar +4, Intimidar +5
Bonificaciones: Ataque +3, Fortaleza +10, Reflejos +3, Voluntad +2
Combate: Iniciativa +3, Velocidad 6m, Defensa 13 (desp 12), Golpe +3 (1d3+3, daño no letal), Mordisco +3 (1d10+3), Derribar/Presa: +20 (tras dos asaltos de presa Engullir, 1d10+3)
Salud: Puntos de Resistencia 57, Umbral de herida grave 15
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