domingo, 11 de mayo de 2014

Guardián de la Marca


Este fin de semana, y junto con Pablo Claudio (Crom) y Eduardo (Sendel), he sido nombrado, a gran honra mía, Guardián de la Marca gracias a mi labor como máster de la Logia Donostiarra de Aventureros de la Marca del Este, y he pensado que sería buena idea rememorar mi experiencia con este gran juego, al que debo la primera y mejor campaña que he dirigido hasta el momento, siendo además el juego con el que mayor número de nuevos adeptos he conseguido captar y incluyendo a mi propio hermano (el pequeño).

Mi primer contacto con la Marca del Este fue en una pequeña partida dirigida por maese Crom hace lo menos cuatro años ya dirigida en la misma tienda en la que hoy en día dirigimos la Logia. Se trató de la primera partida contenida en el manual básico, la incombustible y genial Torre de la Ciénaga, si bien algo alterada. Para empezar nos encontramos con una emboscada de hombres lagarto en nuestro camino hacia la torre, y vencerlos nos ocupó bastante tiempo, con lo que al final la exploración de la torre se resumió a la primera planta, acabando con los kobolds y hallando a Cartaramûn al final acompañado por un par de gigantes, si no recuerdo mal. O tal vez fueran ogros.

Ahí están, más bonicas ellas...
El juego me hizo gracia, pero recuerdo que en el momento no me llamó demasiado la atención. No era yo muy avispado. El caso es que por una razón que no logro determinar (seguramente las recomendaciones de Pablo unidas a la magnífica estética del manual), unos meses o puede que incluso un año después, me compré la Caja Roja. Y ahí empezó todo.


En ese momento yo carecía de grupo de juego estable y mucho menos de máster. Aunque jugaba alguna partida ocasional, no tenía nada ni parecido siquiera a una campaña, a pesar de que yo llevaba ya unos dos años metido en el rol. A pesar de que había tenido unas malas experiencias como máster debido a un grupo especialmente conflictivo y que abusaron de mi falta de experiencia y excesiva amabilidad, decidí ponerme las pilas, y puse en la misma tienda en la que hoy dirigimos la Logia (como puede verse es el centro neurálgico friki de toda Donosti) el anuncio de que todos los lunes por la tarde se iba a jugar una partida de rol. Por supuesto tenía que decidir el juego, y aunque había opciones varias, necesitaba algo sencillo, llamativo y ágil. Y tenía la Marca. Así que empecé a dirigir, todos los lunes a lo largo de un año, una partida de la Marca en Generación X (podría decirse que soy el fundador secreto de la Logia :P). Con eso conocí gente, acabé formando un grupo, y al final no solo jugábamos los lunes, había findes que acudíamos a un local, y en ocasiones incluso jugamos sesiones nocturnas de diez horas. Hubo muertes, la historia de los pejotas, Las Espadas de Robleda, que empezaron desde lo más humilde y llegaron a lo más alto, alcanzó cotas inimaginables de epicismo. Batallas, traiciones, dioses y semidioses, avatares y demonios, lobos, orcos, krakens, cocatrices, hombres serpiente, dinosaurios... Es una campaña de la que podría hablar durante horas y que acapara buena parte de mis anécdotas roleras. Pero entonces me fui a Granada.

Le di a la campaña un digno final, el que se merecía, y los jugadores lo hicieron maravillosamente. Pensé en quizá retomar la campaña una vez volviera de Granada, habiendo pasado cinco años en el juego, tiempo durante el cual Robleda habría sido reconstruida. Sí, Robleda fue destruida al final de la campaña debido a las acciones de los personajes, o mejor dicho, inacciones. Salvaron el Reino Bosque pero no pudieron evitar perder Robleda. Muchas dungeons e historias se quedaron sin explorar y la guerra (punto central de la campaña) de hecho no terminó, aunque llegó a un punto y aparte. 

El caso es que la campaña terminó. Seguí de cerca a la Marca, tengo todas sus cajas y algunas de sus aventuras publicadas, pero no volví a jugarla en un tiempo. En Granada comencé con una campaña del Reino de la Sombra, otro gran juego, y que fue también memorable, pero sin el encanto de la primera (dotado quizá por la inocencia y la magia que solo las primeras veces tienen) y con un final mucho más amargo debido a problemas personales.

Pero Granada no salió bien, y regresé aquí. Y en cuanto Pablo y yo leímos lo de la Logia de la Marca sabíamos que teníamos que hacer lo mismo en San Sebastián. Pensé por un momento retomar la vieja campaña, pero la idea era jugar aventuras oficiales. Además, no estaba seguro de poder reunir a todos los viejos jugadores, y era tal vez tiempo de que descansara. Así que nos pusimos con ganas con todas la aventuras que había. Con la llegada de la Caja Negra fue el boom. A día de hoy apenas entramos todos en la tiendo, tenemos tres mesas ocupadas (una por un padre con sus chavales y algunos pequeñajos más) y de vez en cuando vienen nuevos. Dentro de poco no entraremos, así que estamos pensando buscarnos un local para nosotros solos. Parece mentira que seamos tantos cuando empezamos con apenas seis personas.

Ah, y soy por cierto el master más letal, con diez muertes (siete de las cuales conseguidas en la misma partida) a mis espaldas frente a las seis de Pablo. Y eso que según me dicen yo soy el más "blando" (mi cara de bueno engaña ;) ).

Será para mi un honor lucir el emblema de Guardián de la Marca, y espero seguir jugando a este maravilloso juego muchos años más.

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