martes, 15 de enero de 2013

Relato 3, Página 3: Rescate


Uno de los enmascarados no aguardó ni un momento más y se lanzó espada en alto hacia Ithal. Este rodó por la nieve, cubriendo su rubio pelo de escarcha, y lanzó una estocada hacia las costillas de su enemigo. No con la suficiente fuerza, sin embargo, pues el hombre desvío la espada sin demasiado esfuerzo.

Sin tiempo para recuperar el aliento, interpuso su daga en la trayectoria en arco del otro asaltante, logrando evitar un golpe mortal, pero sufriendo aún así un severo arañazo en el hombro. Bullendo de rabia, lanzó una patada con dolorosa precisión contra la entrepierna del hombre, que se vio obligado a doblarse sobre sí mismo para tratar de aliviar el sufrido miembro, y así doblado viose atravesado por el filo de su semidesnudo agresor.

Su compañero tuvo más suerte, y mientras Ithal se hallaba entretenido dando muerte a su oponente, logró alcanzarle en un costado. El frío le estaba pasando factura, ya apenas podía mover las piernas y si la espada se mantenía firme en sus manos era porque estaba seguro de que el sudor congelado la había unido a estas.

Se encaró jadeante con el hombre vestido de negro, y observó cómo sus compañeros se disponían a unirse a él, pues sus víctimas habían dejado de moverse, seguramente por hallarse inconscientes. Retrocedió lentamente, intentando aproximarse más al calor de la casa ardiendo, pero no parecía que sus enemigos tuviesen intención de permitirle calentarse. Dos de ellos saltaron hacia delante, seguros de ir a darle muerte. Entonces algo, algo que viajaba a una velocidad realmente terrible, impactó contra la cabeza de uno de ellos. Sonó un crujido, un chorro de sangre salpicó la nieve, y se desplomó.

- Mal trueno os parta, artalak de mil demonios, ¿Sabéis que hora es?

De la oscuridad de la noche surgió, al resplandor de la casa ardiendo, un gigantesco hombre de piel pálida y reflejos azulados que empuñaba una espada mayor que su brazo. Llevaba unos pantalones, pero caminaba descalzo y sin camisa, y sin atisbos de que el frío le afectara.

Ithal sonrió. Condenados bárbaros.

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