¿Has arreglado ya esa maldita cosa? No puedo creer que nos pillaran por sorpresa... El pobre Joseph ni siquiera tuvo una oportunidad.
¿Ya me oís? Bien. He pasado otros dos días en el infierno al que me ha llevado el maldito artefacto nazisectarioso que encontré en Berlín. Antes de que nos interrumpieran iba diciendo que había reunido a un equipo de hombres para explorar el lugar adonde me fuera a llevar el maldito cacharro. Eran buena gente, tipos duros, capaces. Contraté a ocho. Solo quedamos tres después de media semana en este horrible lugar.
(Jakobson, mantén los ojos abiertos, ¿quieres?)
Aunque no sabía a dónde me llevaría el artefacto, estaba casi seguro de que sería a algún lugar extraño, peligroso, pero repleto de secretos arcanos que quizá pudiera utilizar en mi cruzada contra el diabólico Set. Quién sabe, quizá me llevara a donde quiera que se esconda su líder, o puede que simplemente a un abismo de terror y locura del que nunca lograría salir. Pero había que intentarlo. Valía la pena.
(Jefe, dese prisa, no nos podemos quedar quietos mucho tiempo, nos están buscando)
(Ya va, Guerra, no atosigues, maldita sea)
Por donde iba... Sí, había que intentarlo. Así que pusimos el condenado cacharro en marcha y dimos el salto, bien armados y pertrechados, dispuestos a enfrentarnos a lo que fuera que hubiera al otro lado, dispuestos a enfrentarnos a cualquier cosa. Dispuestos, sí, pero evidentemente no preparados.
Nada más cruzar nos atacaron desde todos lados con, no sabíamos lo que eran pero ni falta que nos hacía. Disparamos contra todo lo que se movía, amputamos tentáculos, quemamos escamas, hicimos lo que pudimos, y los espantamos, pero cayeron dos. No sabíamos donde estábamos, era un lugar oscuro y repleto de túneles. Estuvimos deambulando un par de días, sufriendo los ataques de las criaturas y de otras cosas peores continuamente. Apenas dormíamos, atravesábamos lugares extraños, de geometría imposible, adornados con aberrantes pinturas que ponían a prueba nuestra cordura. En los túneles cayeron otros dos.
(Los tentáculos, los malditos tentáculos... Salen de todas partes y se te llevan, te despedazan...)
(Calma tío, calma, no van a encontrarnos)
Finalmente creímos dar con una salida, o al menos el camino hacia ella, y la seguimos. Entonces Ellos empezaron a aparecer. Vestidos con sus ropas rojas y blancas, la demencia en los ojos, los rostros pintados de los mismos colores mientras extrañas palabras de un idioma arcaico salían de sus labios: "Gor ä At'hletc, Gor ä At'hletc!", repetían una y otra vez. Los gritos resonaban incluso en nuestros sueños, aunque desde que entramos aquí no hemos tenido más que pesadillas. Los sectarios se llevaron a Joseph mientras le arrancaban la piel a tiras, sus aullidos aún me atormentan.
Finalmente llegamos a la salida, y vimos la luz del sol. Descubrí aterrado que el lugar parecía formar parte de algún edificio: un edificio construído por manos humanas. Y lo que era más terrorífico, es que el lugar, de algún modo, me resultaba familiar...
(Jefe, están aquí al lado, hay que moverse)
(Sí, está bien, mañana terminaré esto. Estaremos fuera de aquí antes del sábado, Jakobson, ya lo verás)
(Dios te oiga, Jefe)
(Dudo que aquí pueda hacerlo)
*piiiiiiiiiiii*
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